Clase N°4: La Década Infame (1930-1943) 

El 6 de septiembre de 1930 se inicia un período marcado por la irrupción del autoritarismo. El golpe de Estado que derroca al presidente Hipólito Yrigoyen, inaugura en la historia Argentina un período de irrupciones permanente a la continuidad democrática.

Este golpe significó el retorno a las viejas prácticas del fraude electoral, a la corrupción y a los negociados. Por esta razón este período de la historia Argentina es conocido con el nombre de Década Infame.

El destino de la democracia

En el año 1929, tanto la crisis económica como la falta de capacidad de convivencia de los grupos políticos contribuyeron a poner en crisis el sistema democrático. La confirmación del apoyo popular del radicalismo en las elecciones de 1928 había acentuado la vocación hegemónica de ese partido y su tendencia a descalificar a toda oposición. Por su parte, la oposición (que incluía también a los radicales antipersonalistas) concebía al yrigoyenismo como una desgracia que había que terminar por cualquier medio. Este clima político exacerbaba los sentimientos hostiles de todos grupos, que con creciente frecuencia se manifestaban violentamente.

Mientras tanto, el Ejército se perfilaba como un posible arbitro de esta situación, porque tanto Yrigoyen como la oposición buscaban en él el respaldo necesario para una probable confrontación.

6 de septiembre de 1930

Después de las elecciones legislativas de 1930 -que mostraron un descenso del caudal electoral del radicalismo-, la oposición se sintió fortalecida y acrecentó sus actividades conspirativas destinadas a desplazar a Yrigoyen por la fuerza. Para ello, contaba con el apoyo de los diarios más importantes (en particular de Crítica, cuyo director asumió una posición muy activa en la organización del golpe de Estado) y, sobre todo, con el de muchos oficiales del Ejército.

Los conspiradores

En el Ejército se perfilaban con claridad dos grupos: uno liderado por el general José Félix Uriburu y otro, por el general Justo. El primero impugnaba no sólo al yrigoyenismo sino a la totalidad del sistema parlamentario liberal establecido por la Constitución y proyectaba instalar una larga dictadura militar sobre la base del modelo de los regímenes fascistas y corporativistas de Europa, en particular el portugués y el italiano. Este sector no reflejaba la opinión de la mayoría de la oposición civil, que sólo quería desplazar a Yrigoyen y después continuar manteniendo las formas constitucionales. Además, se trataba de un grupo de conspiradores pequeño y débil, a tal punto que jamás hubiese logrado ejecutar el golpe de Estado sin el apoyo del grupo de Justo. Justo disponía de estrechos contactos con las fuerzas civiles y controlaba buena parte de los oficiales en actividad que eran opositores a Yrigoyen.

Golpe de Estado

En la madrugada del 6 de septiembre de 1930, la columna revolucionaria inició su marcha. En su mayoría estaba compuesta por civiles mal armados, ya que la presencia militar era muy escasa (algunos cadetes del Colegio Militar y unas pocas tropas de línea). Como si se tratara de un paseo, la columna revolucionaria se acercó a la Casa de Gobierno, ingresó en ella y reclamó la renuncia del presidente. Sólo una breve escaramuza se produjo cerca del Congreso, cuando un puñado de militantes radicales disparó sobre la columna. Un pequeño empujón bastó para derribar a un gobierno que nadie se preocupó por defender.

Uriburu y Justo

Como líder visible de la revolución, Uriburu asumió la Presidencia el mismo día 6 de septiembre. A partir de entonces, realizó ingentes esfuerzos para imponer una reforma constitucional que siguiera el modelo corporativista. Su obstinación en este proyecto, que no logró concretar por falta de apoyo, pronto dejó en evidencia su escaso poder real y permitió el crecimiento de la figura del general Justo, su principal opositor.

Justo reivindicaba la Constitución y reclamaba el inmediato llamado a elecciones. Además, gozaba del apoyo de los partidos que habían adherido al golpe de Estado

A comienzos de 1931, Uriburu diseñó una ofensiva contra Justo, que consistía en llamar a elecciones para normalizar los gobiernos de varias provincias, y de esa manera acercar al gobierno a los partidos conservadores provinciales. El plan comenzó por la provincia de Buenos Aires: el Partido Conservador de Buenos Aires apoyó la iniciativa y se movilizó activamente durante la campaña para las elecciones. Sin embargo, fue derrotado estrepitosamente por la UCR el 5 de abril de 1931, de modo que la maniobra de Uriburu terminó en el más completo fracaso. El triunfo de la UCR puso de manifiesto, por un lado, que el radicalismo seguía siendo el partido con mayor apoyo popular y, por otro lado, evidencia el descontento de una mayoría con el régimen instaurado.

Aceptando su derrota, Uriburu anuló los comicios del 5 de abril, llamó a elecciones generales para el 8 de noviembre de 1931, y, finalmente, prohibió la candidatura de Marcelo T. de Alvear, que había sido proclamada por la UCR, garantizando de esta forma la imposibilidad de que este partido pudiera volver al poder

Ante esta circunstancia, y luego de grandes discusiones, el radicalismo decidió llamar a la abstención, es decir, a no participar en los comicios.

Los conservadores, los radicales antipersonalistas y los socialistas independientes, conformaron una alianza electoral conocida como Concordancia. Esta alianza ganó las elecciones y logró imponer a su candidato, el general Agustín P. Justo, quien asumió la presidencia en febrero de 1932.

El camino hacia la democracia fraudulenta

La Presidencia de Justo transcurrió en el marco de una situación política muy compleja que -sumada a la crisis económica- generó un clima de mucha tensión durante todo su gobierno. Sin embargo, a fines de 1934 la situación del gobierno era algo más distendida. Las peores consecuencias de la crisis económica parecían superadas, y la confusión política del radicalismo se veía incrementada por la muerte de Hipólito Yrigoyen en julio de 1933. Durante el año siguiente creció la presión concurrencista a las urnas por lo que el 2 de enero de 1935, el Comité Nacional levantó la abstención.

Esta decisión complicó nuevamente al gobierno, ya que si bien el regreso de los radicales a las elecciones suponía cierto reconocimiento a la legalidad del régimen, también reinstalaba el problema de enfrentar a un rival poderoso.

Las consecuencias fueron una nueva irrupción generalizada de la violencia política y, desde el oficialismo, la implantación sistemática del fraude electoral.

Durante 1935, la violencia política dejó un saldo de varios muertos. Si bien se manifestó reiteradamente en las elecciones de gobernadores que se realizaron en varias provincias, tuvo su máxima expresión en el mismo recinto del Senado, en el marco del escándalo del comercio de carnes, que tenía en vilo a la opinión pública.

Varios funcionarios del gobierno de Justo estaban complicados en una gigantesca defraudación al Estado vinculada con el comercio de carnes, que fue denunciada principalmente por el demócrata progresista Lisandro de la Torre. El 23 de julio, en medio de un cruce de palabras con el ministro de Agricultura, Luis Duhau, un oscuro matón y militante del conservadurismo disparó contra De la Torre, quien salvó su vida gracias a su correligionario y senador electo por Santa Fe, Enzo Bordabehere. Bordabehere cubrió a De la Torre con su cuerpo y murió instantáneamente.

La creciente agresividad política se manifestó también en la sistemática persecución del oficialismo a los comunistas.

Toda esta violencia se combinaba con el fraude electoral. Una vez levantada la abstención, durante los primeros meses de 1935, el radicalismo había ganado las gobernaciones de Tucumán y de Entre Ríos y tenía buenas perspectivas en las importantes elecciones de Córdoba. En cambio, en Buenos Aires se inauguró una modalidad que en adelante tendría gran éxito: el fraude a gran escala y sin disimulos. A diferencia de otras provincias donde se procuraba ocultar y negar el fraude, en Buenos Aires era práctica común el voto cantado, por el cual el votante se veía obligado a proclamar su voto ante la atenta y amenazadora mirada de matones y policías.

El fraude se repitió masivamente en las elecciones presidenciales de 1937 en las que fue consagrada la fórmula de la Concordancia -el radical antipersonalista Roberto M. Ortiz y el conservador Ramón S. Castillo sobre la radical, encabezada por Alvear.

TRATADO ROCA-RUNCIMAN

Inglaterra, país que siempre tuvo una estrecha relación comercial con Argentina, para paliar los efectos de la Gran Depresión, tomó medidas proteccionistas que privilegiaba la compra de materia prima de territorios coloniales y dejaba de lado la compra de carnes y cereales a nuestro país.

Como esta medida perjudicaba notablemente a los terratenientes, ganaderos y hacendados, frigoríficos, estancieros, dueños del poder económico y político del país, presionaron para que el gobierno tome medidas que le aseguren su bienestar económico.

Una comisión encabezada por Julio Argentino Roca hijo, se dirigió a Europa y firmó el famoso tratado de Roca-Runciman, en donde Argentina le concedía todo de tipo de beneficios y protecciones a las empresas inglesas que mantuvieran su relación comercial con los poderosos de Argentina.

Le aseguró una ganancia mínima a las empresas inglesas que se dedicaban al transporte de pasajeros y de carga, como los trenes y transporte urbano. Así también les eliminó el impuesto de sus importaciones de elementos para el mantenimiento de sus mismos transportes.

Lisandro de la Torre, senador por Santa Fe, denunció en el Congreso estas maniobras del gobierno nacional, en pos de un grupo poderoso, el cual gozaba de privilegios y además se estaban protegiendo a las industrias frigoríficas extranjeras.

Esta situación hizo que un matón a sueldo intentara matarlo, pero su compañero de bancada, Enzo Bordabehere, se interpuso en el recorrido de la bala, y resultó muerto.

Lisandro de la Torre, se aleja de política y en 1939 se suicida.

Ortiz: ¿la salida del fraude?

Justo había pensado en Ortiz como su sucesor, porque éste era un político sin poder propio y porque pretendía digitar, a través de él, su regreso a la Presidencia en 1943. Sin embargo, Ortiz tenía otra idea cuya clave era poner fin al fraude electoral. En 1939, con apoyo de los radicales y de un importante sector del Ejército, decidió atacar este problema, lo cual fue considerado por Justo y por los conservadores como una traición. Esto permitió el triunfo de la UCR en varias provincias, incluida la provincia de Buenos Aires.

Los conservadores -que se sentían traicionados- comenzaron una campaña de críticas al presidente. La campaña no tuvo éxito, pero lo que no lograron las críticas lo consiguió una diabetes, que desde mediados de 1940 obligó a Ortiz a tomarse reiteradas licencias y acabó con su vida en julio de 1942. Así Castillo, que era un entusiasta partidario del fraude, pasó a ocupar la Presidencia.

En estos años, el impacto de la Segunda Guerra Mundial iniciada en 1939 contribuyó a agudizar la polarización política. Ante el conflicto bélico, Castillo mantuvo la neutralidad, que le permitía sostener las buenas relaciones con los británicos -ya que al ser la Argentina una nación neutral, los barcos argentinos podían seguir llevando mercaderías a las islas-, y al mismo tiempo con los oficiales nacionalistas del Ejército que admiraban a la Alemania nazi. Castillo esperaba sumar el apoyo de estos últimos y quitarse de encima la tutela del ex presidente Justo.

La muerte de Alvear, en marzo de 1942, y la de Justo, en enero de 1943, dejaron a Castillo sin rivales importantes, y el presidente se preparó para ejercer el fraude en beneficio de Robustiano Patrón Costas, un conservador partidario de los Aliados. Esto alarmó a los grupos nacionalistas del Ejército que, muerto Justo, dominaban por completo la institución. Así, el 4 de junio se produjo un golpe de Estado encabezado por el ministro de Guerra, el general Pedro Ramírez, el primero realizado por el Ejército en forma institucional.

Cambios económicos: inicio del desarrollo industrial y los "nuevos" trabajadores

Durante los años treinta, si bien el tratado Roca-Runciman pudo paliar la situación de los grandes ganaderos, la exportación de los productos tradicionales no se mantuvo como se esperaba, y la clase terrateniente junto a su modelo agropecuario entró en crisis.

Esto redujo drásticamente el ingreso de productos manufacturados, lo cual dejaba sin atender la demanda de un importante mercado local de productos de consumo masivo. Para dar respuesta a este mercado, fue creciendo la actividad industrial local que, en tanto, pasó a ocupar el espacio dejado por los productos extranjeros y que recibió el nombre de "industria sustitutiva de importaciones", ahora en el país se construiría lo que antes de importaba.

En 7 años la industria creció un 45%. Surgieron industrias textiles, de electrodomésticos, de remedios, de productos químicos, de máquinas agrícolas. Las industrias de asentaron principalmente en Capital Federal y Gran Bs.As., Rosario y Córdoba, generando un movimiento de población (migraciones internas) desde zonas rurales del interior hacia esas ciudades que les ofrecía alguna salida laboral. Producto de este fenómeno nacieron las villas miserias en los alrededores de las ciudades.

La llegada de los migrantes constituyó una brusca irrupción en el mundo del trabajo urbano. Esta irrupción trajo como consecuencia el surgimiento de un fuerte contraste cultural entre "viejos" y "nuevos" obreros. Los "viejos" obreros -asociados con la cultura urbana moderna- se caracterizaban por mantener identidades y hábitos con fuertes elementos europeizantes -por influencia de la inmigración-, por poseer un perfil contestatario y de izquierda, que volcaban en su forma de sindicalización, más combativa. Los "nuevos" obreros tenían, en general, formas de vida y de mentalidad más tradicionales por su origen rural, y por su carencia de toda ideología política constituían una especie de "masa en disponibilidad", dispuesta a dialogar con el Estado o con cualquiera que se ofreciera como interlocutor. Esta falta de ideología política fue aprovechada por Juan D. Perón para conseguir adherentes entre los trabajadores, años después del proceso de migraciones internas.


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